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Gustavo
Adolfo Bécquer

Rimas

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( Los escritos de  Gustavo Adolfo Bécquer, se encuentran en dominio público ya que falleció hace mas de 100 años, la fuente utilizada fue wikisource )

Parte 3 de rimas de Bécquer. Anteriores =>Volver a sección Gustavo Adolfo Becquer

Rima LXI

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?


Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?


Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?


Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?


Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿quién vendrá a llorar?


¿Quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?

 

Rima XLII

Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se difunde
en ardiente explosión de claridad.


La brilladora lumbre es la alegría;
la temerosa sombra es el pesar;
¡Ay!, en la oscura noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?

 

Rima LXIII

Como enjambre de abejas irritadas,
de un oscuro rincón de la memoria
salen a perseguirnos los recuerdos
de las pasadas horas.


Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil!
Me rodean, me acosan,
y unos tras otros a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.

 

Rima LXIV

Como guarda el avaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
le quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.


Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
que le agotó, decir:
"¡Ah, barro miserable, eternamente
no podrás ni aun sufrir!

 

Rima LXV

Llegó la noche y no encontré un asilo,
¡y tuve sed...!, mis lágrimas bebí;
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!


¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba
desierto... para mí!

 

 

Rima LXVI

¿De dónde vengo..? El más horrible y áspero
de los senderos busca:
Las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;


los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.


¿A dónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.


En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

 

 

Rima LXVII

¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!


¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume beber hasta saciarse!


¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!


¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... y roncar como un sochantre...
y comer... y engordar... y qué desgracia
que esto solo no baste!

 

 

Rima LXVIII

No sé lo que he soñado
en la noche pasada;
triste muy triste debió ser el sueño,
pues despierto la angustia me duraba.


Noté al incorporarme
húmeda la almohada,
y por primera vez sentí al notarlo
de un amargo placer henchirse el alma.


Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca,
mas tengo en mi tristeza una alegría...
sé que aún me quedan lágrimas.

 

Rima LXIX

Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos;
¡Tan corto es el vivir!


La gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos:
¡Despertar es morir!

 

 

Rima LXX

¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!


¡Cuántas veces trazo mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!


Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!


Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.


En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.


Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
era yo el alma.


A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.


Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.


A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras;
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!

 

Rima LXXI

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.


Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.


De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
pero otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.


En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un amén sus rezos.


Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso.


.......................................


Entró la noche, y del olvido en brazos
caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé:
"¡Alguno que yo quería ha muerto!"

 

Rima LXXII

Primera voz
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo algo mejor:
¡yo tengo Amor!


Segunda voz
Aura de aplausos, nube rabiosa,
ola de envidia que besa el pie.
isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡dulce embriaguez
la Gloria es!


Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad,
todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción,
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
"¿Te embarcas?", gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
"ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo
la ropa en la playa tendida a secar.

 

 

 

 

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