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Gustavo
Adolfo Bécquer

Rimas

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( Los escritos de  Gustavo Adolfo Bécquer, se encuentran en dominio público ya que falleció hace mas de 100 años, la fuente utilizada fue wikisource ) Volver a sección Gustavo Adolfo Becquer

Parte 2 de rimas de Bécquer

Rima XVI

Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.


Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan
te llamo yo.


Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.

 

Rima XVII

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

 

Rima XVIII

Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.


Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.


Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.


¡Oh! ¡Quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!

 

Rima XIX

 

Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
una azucena tronchada
me preces.


Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
como a ella te hizo Dios
de oro y de nieve.

 

Rima XX

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.

 

Rima XXI

—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!

 

Rima XXII

¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemple en la tierra
sobre el volcán la flor.

 

Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!

 

Rima XXIV

Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama.


Dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.


Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata.


Dos jirones de vapor
que del lago se levantan,
y al reunirse en el cielo
forman una nube blanca.


Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.

Rima XXV

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!
cuanto se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!


Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.

 

Rima XXVI

Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.

 

Rima XXVII

Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.


Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.


Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
“Duerme!”


Despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.


Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
“Duerme!”


Despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.


Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
“Duerme!”


Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:


De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
“Duerme!”

 

Rima XXVIII

Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?


Cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?


Y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?

 

Rima XXIX

Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos entrambos
hondo silencio.


¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo;
sólo se que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.


Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos
yo dije trémulo:
¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
¡Ya lo comprendo!

 

Rima XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón...
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.


Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por que callé aquél día?"
y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?"

 

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