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Leer la novela online: Novela "EL Grupo de los Diecinueve Jóvenes 2" Separados en Esferas Lejanas.

Autor Javier R. Cinacchi

Es la página 41 de la novela.
Pasan horas, se duermen los tres de aburrimiento estando juntos. Varias veces despiertan y se duermen, en especial debido a la tormenta que comenzaba a desatarse con fuerza a los minutos de cuando Esperanza se dormía. En varias ocasiones David mientras sus compañeros descansan se queda él despierto, al lado de ellos pese a la furiosa tormenta; y así pasan la noche.

Luego de lo que fueron como veinte horas, se observa claridad, como cuando recién está amaneciendo.

Despiertos aunque muy callados y hambrientos, sin decirse más palabras que el suspiro que se le oyó a David, comienzan a caminar lentamente de un lado a otro, allí donde se encuentran. David se detuvo, observando atrás de una gran abertura entre rocas; la menos poblada de vegetación. En silencio se acercaron a David que estaba allí intentando ver algo, y tomados los tres de la mano comienzan a caminar sin saber hacia dónde, alejándose del lugar, aún habiendo poca luz.

Transitan caminos que la mayoría abren con su paso entre vegetación y rocas, charlan muy poco mientras avanzan. En una parte ya quizás como tres kilómetros alejados de la puerta, Esperanza pregunta:

—¿No nos vamos a perder?

—Desde que llegamos que lo estamos —Le responde Pablo, a quien seguían.

—Sí pero todos tenemos hambre —comenta Esperanza—, y si nos apartamos de la puerta...

—Dudo de que vengan aquí a servirnos comida en bandeja —dice David.

Y se fueron alejando cada vez más de la puerta, esperando encontrar a alguna civilización. Habían decidido razonando de forma semejante a como lo hicieron Marcos, Mónica, Mateos, y Estefanía; que no tenían más opciones que hacer algo allí, ya que presupusieron que no podían regresar sin ser avisados; que no fueron enviados allí para morir; y que nada ganarían esperando sin hacer nada. Se preguntaban “¿y si nadie nos trae comida?”.

En una oportunidad pasando sin saber cerca de una grieta, pues ésta estaba bastante cubierta de raíces de arboles, plantas secas, y una planta muy común allí, tipo enredadera de pequeñas hojas amarillas verdosas. La más descuidada en su caminar, Esperanza, resbala al pisar sobre la grieta a su interior. Afortunadamente queda colgada de la Mano de David, quién llegó a tomarse con la otra de una rama.



Es la página 41 de la novela.
Una vez firmes, sumándose la ayuda de Pablo, quien en ese momento iba un poco más adelante, salen del sorpresivo apuro. Ilesos, aunque Esperanza rajuñada por piedras, raíces, y un poco dañada su ropa. Llegan a la conclusión indudable de que no los están cuidando totalmente aquellos que los mandaron allí ¿Cuántos peligros podrían estar rodeándolos? Se preguntan si podrían morir en cualquier momento, o salir dañados, pregunta que ¿Quién podrá responder certeramente?

Sin tener en claro incluso qué hacer si encontraban a alguna civilización, decidieron no obstante, no apartarse mucho de la puerta, pero continuar explorando, buscando comida.

En un momento, en una parte de bosque, lo suficiente cercana como para aún no perder de vista a la montaña en la que sabían estaba la puerta; comenzaron a escuchar sonidos a su alrededor. A la señal de Pablo, los tres se detienen, y miran atentamente a su alrededor estando alertas. Animales de pelaje verde oscuro, larga cola, garras, algo parecidos a jaguares, los comienzan a rodear mostrando sus dientes y gruñendo, emergiendo de entre la vegetación.

—¿Duermo a uno para comer? Me apena, pero algo debemos comer —Dice David.

—Ni lo dudes; yo me encargo del resto si nos quieren atacar. —Dice Pablo.

Pablo, no se demoró mucho en pensarlo o esperar. A un grito de Kiai se alejan todos los animales menos uno, el cual quedó tendido en el suelo...

A metros del lugar, fue su comida luego de cinco horas de intentar encender un fuego frotando ramas secas ¡Si hubiera estado allí Marcos! Pero al final comieron hasta saciarse. Envolvieron la carne azada que les sobró en hojas anchas de unas plantas que habían, lo suficiente grandes. Decidieron volver a la puerta.

Una semana estuvieron comiendo carne de animales, e intentando encontrar la puerta. Esperanza, se la pasaba tomada de la mano de David, Pablo comprendiendo la decisión de Esperanza, y lamentando no estaba allí Verónica, se resignaba a caminar solo, pese a estar junto a sus dos amigos.

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