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Tener una fantasía de amor

Poemas actuales Escribe Javier R. Cinacchi en
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Última edición:

Un posible enemigo

Escuchó de repente a un peligro,
con una mujer en su pecho,
y otra a su costado. Sacó su arco.
Y siguió avanzando.

Porque en movimiento,
es más fácil que no den en el blanco.
Y le salieron dos hombres por detrás,
siendo tarde en el camino.

Ellos tienen espadas,
y al mirar adelante,
ve a cuatro a caballo,
que lento avanzan...

Cuatro jinetes lo ven,
y se frenan en el camino.
El Flaco respira hondo,
y se pregunta se podrá con seis.

Desciende del caballo,
“Siganme despacio”.
Sacando pecho, avanzando,
camina rápido.

Con una mano en el arco,
con otra en una flecha;
va avanzando con la espada,
a la espera de su destino.

El Flaco es pura concentración.
Uno de los cuatro grita:
“Buenas noches señor”,
“¡Qué así sea!”.

Responde El Flaco y mira,
a los dos que lo siguen.
Y mira a las dos mujeres,
y les da una sonrisa.

El Flaco mira fijo adelante,
y se pone a caminar rápido.
Los cuatro jinetes se detienen.
Las mujeres lo siguen.

El Flaco serio los mira,
ellos tienen sus manos
en sus espadas,
y sigue avanzando.

Ya casi llega a los cuatro.
De los dos de atrás, se ha olvidado.
Las dos mujeres, en ese momento:
Lo más valioso del mundo.

Estando a la par de los cuatro,
uno vuelve a decir “Señor,
buenas noches, y buen camino.”
El Flaco: “¡Buenas caballeros!”

Y siguió caminando,
con todos sus sentidos,
en los cuatro, mirándolos,
para con la velocidad de un latido

reaccionar de ser necesario.
A los cien metros de seguir mirando,
vuelve a montar con la princesita.
Las mujeres jalean de pánico.

El Flaco respira lento y hondo;
acelera el paso diciendo:
“Ni yo sabía si nos atacarían,
ni ellos si nosotros”.

Las mujeres se miran,
la princesita se da vuelta,
y fuerte lo abraza,
El Flaco concentrado avanza...


El Flaco buscando una verdad que lo mortifica

Al caer la noche, acampan, y pese a no agradarle a las señoritas, El Flaco se refugia en la oscuridad, a la luz de la luna, en medio de un claro, donde no había ni pasto. Apagando el fuego ni bien terminan de comer.
Le dice a Daniela, la sirvienta y dama de compañía de “la princesita”, estando las dos despiertas, los tres sabiéndolo:
– Disculpe señorita, y no se incomode por favor con lo que quiero preguntarle, seme totalmente sincero por favor.
– Claro mi señor.
– ¿Porqué cuándo fui a buscarla me ignoró?
– Flaco… Yo no supe qué hacer, pensé que usted nunca vendría, y aparte la señorita, mi ama, se la pasó hablando que usted le gusta. Y discúlpeme ¿Qué decile? Yo estaba incómoda y otro hombre me invitó a salir, y yo solo quiero divertirme cuando puedo...
– Comprendo, pensó que yo no soy de palabra.
– Perdoname Flaco. Yo sé que sos de palabra, pero lo nuestro no se dió. ¿Que puedo decirte? Eres único, valiente, amable, lindo,
– Está bien gracias...

...Y El Flaco se sintió enojadísimo. La princesita recostó su cabeza en su hombro. Y El Flaco dijo:
– Estimada Daniela ¿Podría hacer guardia esta noche?
– ¿Pero si no veo nada?
– Aviseme si escucha algún ruidito, golpeándome apenas la pierna.
– Como usted diga.

El Flaco suspiró hondo en silencio, lo más silencioso que pudo. Y se recostó a dormir en la tierra. Y la princesita se acomodó en su brazo. Y El Flaco disfrutó de la noche y de ella, como quien disfruta dormir de la forma más cómoda, una noche junto a una estrella, bajo las estrellas; pero con un disfrute cargado de extraña tristeza. Porque ahí está con dos mujeres hermosas, sin estar con ninguna, porque es: El Flaco.

Esa mañana

Se levanta todo dolorido,
teniendo a dos hermosas sobre él.
Le prestó algo de atención,
que así estaban las dos mujeres.

Las disfruta unos minutos,
las mira con la luz del sol,
las siente, pero más siente,
que todo el cuerpo le duele.

Se levanta como si ellas fueran,
dos bebés que acomodar,
tiernamente, sin quererles despertar.
¿¡Qué hay en los pasillos del alma!?

Él comienza a entrenar,
a aflojar sus músculos y habilidad,
para estar listo y no menguar,
si hay que probar las fuerzas.



Nota aclaratoria: Sin variar y expresando que el autor es Javier R. Cinacchi en cada poema o poesía reproducida, se autoriza a copiar puntualmente cualquier poesía o poema de Javier R. Cinacchi, sin un máximo específico, de cualquier libro de poemas, siempre y cuando respete lo indicado. Siendo así, puede incluso imprimir este libro, y comercializar su versión impresa.




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(1) Muy dichoso aquel que no se guió por consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de burladores se ha sentado:
(2) Antes, en la Enseñanza de Yahweh está su deleite, y en su Enseñanza medita de día y de noche. Salmo 1.

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