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Resumen del final del rey Tarquinio, cómo da su vida Lucrecia, y la inteligencia de Bruto. Curso de cultura general mediante lecturas cortas.

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Historia de Roma, Tarquinio Lucrecia y Bruto

Escribe Javier R. Cinacchi en
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Tarquinio se hizo con el trono de Roma derrocando a su suegro y predecesor Servio Tulio. Según la versión de Tito Livio, Tarquinio se presentó en el Foro acompañado de hombres armados, y convocó a los senadores para denunciar a Servio como un rey ilegítimo:

Entonces comenzó a injuriarlo empezando por sus orígenes, diciendo que un esclavo, hijo de una esclava, después de la afrentosa muerte de su padre, sin establecer el interregno acostumbrado, sin reunir los comicios, sin el sufragio del pueblo, sin la ratificación del Senado, había ocupado el trono como regalo de una mujer.
(Tito Livio, Historía de Roma 1.47.10)

Cuando Servio Tulio acudió a defenderse de las acusaciones, en la confusión resultante entre los respectivos partidarios, fue el propio Tarquinio el que arrojó al rey escaleras abajo hacia el foro dejándolo medio muerto. Según continúa la versión de Livio, Servio Tulio fue ejecutado por sus perseguidores, y después su propia hija Tulia, esposa de Tarquinio, arrolló el cadáver con el carro que conducía.

En los últimos tiempos de Tarquinio, este se centró en tareas urbanas inmensas. La construcción del templo de Júpiter, y la construcción de gradas en el circo, y la conducción subterránea de la cloaca máxima. Y, para sacarse pueblo de encima envió colonos a las fronteras del imperio.
"Lucio Junio Bruto , hijo de Tarquinia, hermana del rey, cuando supo que los ciudadanos principales, y entre ellos su hermano, habían sido muertos por su tío materno, resolvió no dar al rey motivo de temor por su manera de ser, ni motivo de ambición por su fortuna y basar su seguridad en ser despreciable dado que la justicia no suponía una gran protección. Con toda intención, por consiguiente, se dedicó a parecer tonto, dejó que el rey dispusiera de su persona y de sus bienes, ni siquiera rechazó el sobrenombre de Bruto: encubierto bajo tal apelativo aquel libertador del pueblo romano, aquel valiente desconocido, aguardaba su hora" (Tito Livio, Historia de Roma, 1.56.7-8)

Alrededor de 40 km al sur de Roma estaba Árdea, pertenecía a los rútulos, Tarquinio el rey de Roma, necesitaba dinero a causa de las grandes obras públicas y quería satisfacer al pueblo con un botín, relata Tito Livio: "la población, que además de estar en contra del rey por la sobervia de que daba muestras en todas sus otras cosas, estaba indignada por haber sido empleada tan largo tiempo por el rey en tareas de obreros y en trabajo de esclavos".

Intentó tomar Árdea al primer asalto y no pudo. Sitia al enemigo con trincheras y cuarteles de asedio. Los jóvenes hijos del rey en el medio del aburrimiento hacían festines, y un día recayó la conversación en las esposas de estos. En medio de discutir cuál era la mejor, decidieron ir a ver qué estaban haciendo sus esposas de sorpresa. Todas estaban entretenidas entre banquetes y amigas menos Lucrecia, esposa de Colatino que trabajaba con la lana rodeada de sus esclavas.

El ganador, invita a los jóvenes príncipes a pasar la noche allí, y Sexto Tarquinio desea poseer por la fuerza a Lucrecia, seducido por su belleza unido a su recato ejemplar.



(Tito Livio, Historia de Roma 1.58) "Pasados algunos días, Sexto Tarquinio, a espaldas de Colatino, vuelve a Colacia con un solo acompañante. Ajenos a sus propósitos, lo recibieron atentamente; después de la cena fue conducido al aposento de los huéspedes. Encendido por la lujuria, aprovechando la tranquilidad de la casa ya que todos estaban dormidos, desenvainó su espada, se acercó a Lucrecia, que estaba dormida, y apretando el pecho con la mano izquierda le dice: “Silencio, Lucrecia; soy Sexto Tarquinio; estoy empuñando la espada; si das una voz, te mato.” Al despertar despavorida la mujer, se vio sin ayuda ninguna y al borde de una muerte inminente; entretanto, Tarquinio le confesaba su amor, suplicaba, alternaba amenazas y súplicas, trataba por todos los medios de doblegar la voluntad de la mujer. Al verla firme y sin ceder ni siquiera ante el miedo a morir, acentúa su miedo con la amenaza del deshonor: le dice que junto a su cadáver colocará el de un esclavo degollado y desnudo, para que se diga que ha sido muerta en degradante adulterio. El miedo a tal deshonor doblegó aquella virtud inquebrantable y Tarquinio, como si hubiese sido la pasión la que había salido triunfante, se marchó orgulloso de haber arrebatado el honor a una mujer. Lucrecia, abatida por tan tremenda desdicha, envía a un mensajero a su padre a Roma y a su marido a Árdea a decirles que vengan cada uno con un amigo de su confianza, que es preciso actuar inmediatamente, que ha ocurrido algo horrible. Espurio Lucrecio acude con Publio Valerio, hijo de Voleso, y Colatino con Lucio Junio Bruto, con el que casualmente volvía a Roma cuando encontró al emisario de su mujer. Encuentran a Lucrecia sentada en su aposento, sumida en el abatimiento. Al llegar los suyos, rompió a llorar y, al preguntarle su esposo: “¿Estás bien?”, contestó: “No. ¿Cómo puede estar bien una mujer que ha perdido el honor? Colatino, hay huellas de otro hombre en tu lecho; ahora bien, únicamente mi cuerpo ha sido violado, mi voluntad es inocente; mi muerte te dará fe de ello. Pero dadme la diestra y la palabra de que el culpable no quedará sin castigo. Es SextoTarquinio el que, comportándose como un enemigo en lugar de cómo un huésped, la pasada noche vino aquí a robar, armado y por la fuerza, un placer funesto para mí, y para él si vosotros sois hombres”. Todos dan su palabra, uno tras otro, y tratan de mitigar su intenso dolor responsabilizando de la culpa al autor del atropello, y no a la que se ha visto forzada; que es la voluntad la que comete la falta, no el cuerpo, y no hay culpa donde no ha habido intencionalidad. “Vosotros veréis – responde – cuál es su merecido; por mi parte, aunque me absuelvo de culpa, no me eximo de castigo; en adelante ninguna mujer deshonrada tomará a Lucrecia como ejemplo para seguir con vida”. Se clavó en el corazón un cuchillo que tenía oculto entre sus ropas, y doblándose sobre su herida se desplomó, moribunda, entre los gritos de su marido y de su padre. Bruto entonces arrancó el puñal de su pecho y dijo: “por esta sangre pura, yo juro delante de los dioses que perseguiré a Lucio Tarquinio Soberbio y a toda su cruel familia con fuego, hierro, o de la materia que pueda y que ninguno de esos, ni otro alguno, será de hoy en adelante rey de Roma”. Acto seguido, entrega el cuchillo a Colatino, después a Lucrecio y a Valerio, estupefactos ante lo extraordinario de un comportamiento que revela unas cualidades inseperadas en el alma de Bruto."

En fin... siguen a Bruto como su jefe con el plan de aniquilar a la realeza. Van al foro, la gente se amotina cansada del rey e indignada por lo que hizo su hijo. "Los jóvenes más decididos se presentan espontáneamente, armados; los sigue igualmente, el resto de la juventud (...) marchan a Roma con Bruto a la cabeza. Al llegar allí (...) al ver que marcha en la cabeza lo más relevante de la ciudadanía, piensan que, sea lo que sea, obedecerá a una razón." Llegan al foro, allí se enteran en Roma de lo ocurrido. Bruto realiza un discurso e impulsa a la multitud a quitarle el poder al rey y mandar al exilio a Lucio Tarquinio, mujer e hijos. Marchan al campamento de Árdea a sublevar al ejercito del rey. Mientras a Bruto lo reciben con gozo, al llegar Tarquinio a Roma, pues quiso ir allí para reprimir la sublebación, no lo dejan entrar y le notifican el destierro.

"La monarquía duró en Roma, desde la fundación de la ciudad hasta su liberación, doscientos cuarenta y cuatro años. A continuación se nombraron dos cónsules en los comicios por centurias convocados por el prefecto de la ciudad de acuerdo con las normas de Servio Tulio: Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino" (Esto según Tito Livio en la historia de Roma 60.4, se considera que en lugar de Colatino fue M. Horacio)



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