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Gustavo
Adolfo Bécquer

Rimas

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( Los escritos de  Gustavo Adolfo Bécquer, se encuentran en dominio público ya que falleció hace mas de 100 años, la fuente utilizada fue wikisource ) Volver a sección Gustavo Adolfo Becquer

Parte 1 de rimas de Bécquer

Rima I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.


Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.


Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!
Si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

 

Rima II

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;


hoja del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;


gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;


luz que en los cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;


eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni adónde
mis pasos me llevarán.

 

Rima III

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;


murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;


deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como un través de un tul;


colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del Iris
que nadan en la luz


ideas sin palabras
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;


memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría
impulsos de llorar;


actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;


locura que el espíritu
exalta y enardece
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!


gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;


brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;


hilo de luz que en haces
lo pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cénit;


inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;


armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;


cincel que el bloque muerde
la estatua moldeando
y la belleza plástica
añade a la ideal;


atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;


raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve con vigor...
¡Tal es nuestra razón!


Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.

Rima IV

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;


mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!


Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;


mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!


Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;


mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;


mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!

 

Rima V

Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.


Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.


Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.


Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.


Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.


En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugas llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.


Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.


Yo río en los alcores
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.


Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.


Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan
me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.


Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.


Yo, en bosque de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.


Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gromos
contemplo sus riquezas.


Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.


Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.


Yo sé de esas regiones
a do rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.


Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.


Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo soy, en fin, ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.

 

Rima VI

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;


símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa.

 

Rima VII

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.


¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!


¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “Levántate y anda”!

 

Rima VIII

Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos
a través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.


Cuando miro de noche en el fondo
obscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ella
en lumbre encendido
fundirme en un beso


En el mar en la duda en que bogo
ni aún se lo que creo:
¡Sin embargo, estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.

 

Rima IX

Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.

 

Rima X

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman
el cielo se deshace en rayos de oro
la tierra se estremece alborozada.


Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas,
mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?

 

Rima XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.


—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.


—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!

Rima XII

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hourís del Profeta.


El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta,
las esmeraldas son verdes;
verde el color del que espera,
y las ondas del océano
y el laurel de los poetas.


Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean,
pues no lo creas.

Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.


Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta
que en el estío convida
a apagar la sed con ella,

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean,
pues no lo creas.

Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.


Es tu frente que corona,
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas.

Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.

Rima XIII

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.


Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.


Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!

 

Rima XIV

Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura, orlada en el fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.


Adondequiera que la vista clavo,
torno a ver tus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti; que es tu mirada:
unos ojos, los tuyos, nada más.


De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir;
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.


Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos
pero a dónde me arrastran, no lo sé.

 

Rima XV

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.


Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul.


En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento.


Del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
Eso soy yo.


¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!

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