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El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.

Autor Javier R. Cinacchi


Es la página 128 del libro.
—Eso no es lo que antes veía, y menos ahora —dice Cristian.

—La ataqué —dice Ceci—. Debía haberse vuelto humo, agua o polvo.

Un fuerte viento comienza a levantarse, especialmente donde se encuentra la Luz mala. Flavia se para desafiante, algunas cosas pequeñas de poco peso comienzan a volarse. Pero esa cosa no deja de acercarse.

—¿Corremos? —con voz temblorosa pregunta Sabrina.

—¿Qué opinas Cristian? —le pregunta Juan a Cristian, quien responde con un gesto de no saber. La luz mala está a diez metros de ellos. Otras pequeñas se observan rodeándolos más lejanas. Parecería los están mirando. Marcos se levanta, agarra su mochila que estaba volcada en el suelo, se acerca a la luz mala.

—¡Nooo! —grita Mónica, y se la observa muy concentrada, con los brazos extendidos hacia su novio.

Marcos se detiene a tres metros, saca un topper (vianda), y para sorpresa de todos se pone a comer mirando a la luz mala. Se da media vuelta para decir: —Está buena. Que yo sepa no salen rayos de la luz mala, esta es una luz mala distinta, parece tuviera vida propia, parece nos mirara... Menos mal no la dañaron. Y espero que no hable.

Mónica, como no podría ser menos, se dirige un poco temblando de susto, al lado de Marcos, lo abraza. Marcos, continúa desafiando al misterio.

Y en verdad tenía razón, podría vérsela hermosa alejando todo tipo de mito causante de temor de lado; como por ejemplo, de ser un espíritu que busca ahuyentar a extraños, posibles hurtadores de tesoros escondidos.

Todos comienzan a arreglarse un poco, y arreglar las cosas un tanto desparramadas. Comienza a llover otro chaparrón. Esperanza con los ojos cerrados sentada en el césped dirige su cara a la lluvia, como disfrutándola. A lo cual nadie quiso decirle “¿Por qué no la detenés?” Entre los diecinueve hay distintas formas de pensar y comportarse, tanto, que a veces se prefería no preguntar muchas cosas intentando comprender en silencio, pese a que muchas veces costaba contener enojos internos o generar discusiones.

Es la página 129 del libro.
Algunos, entonces entraron en alguna carpa, no llovía muy fuerte. La luz mala comenzó en un momento a menguar y no se supo si se fue alejándo lentamente hacia atrás, apagando su luminosidad, o disolviéndose arrastrada por la lluvia. Al rato, cada uno se retiró a su bolsa de dormir. Se escuchó a Juan decir:

—¿Esto fue un intento por alejarnos asustándonos?

—¿De quién y de qué? —responde con otra pregunta David.

—¿El tipo ese del olvido queriéndonos alejar de las cercanías de una puerta? —preguntó alguien de adentro de una carpa.

No era hora de formularse más preguntas, y ya había suficientes acumuladas.

Sólo habían dos alternativas: Correr asustados o quedarse. Elegida la segunda parece ser se estaba volviendo costumbre seguir adelante pase lo que pase. Como no podría ser de otro modo, hubieron turnos para no estar dormidos todos, sin dejar alguien despierto de guardia.

Marcos y Mónica son los primeros. Más que estar atentos, disfrutaron sus abrazos; entre momentos de susurros, silencios y besos. Cuando el sueño se hizo muy presente, llamaron a Miguel. Éste estaba con Sabrina y la escena intentó repetirse, salvo que Sabrina a cada ruidito se sobresalta asustada.

Luego siguió vigilando no pase nada raro, Verónica; quien comenzó en un momento, ganada por el aburrimiento, a realizar una especie de danza, estando descalza. Luego comenzó a entrenarse un poco en Kun-fu. Y en esto estaba hasta que ocurrió lo siguiente:

—¡Quien está allí! ¡Quien está! ¡Hable ahora!

Mientras en sobresaltos salen todos de las carpas y bolsas de dormir. Verónica observa entre la vegetación a unos reflejos de ojos que miran; la mayoría no a más de un metro de la tierra.

Uno a uno el Grupo de los Diecinueve Jóvenes se dirigen miradas, preguntándose qué hacer. Sonia afirma:

—Lo que está ahí no son animales.

Cristian entonces habla en su forma particular:

Han salido de donde vienen,
a mirar a los extraños que los miran;
corren peligro ellos. Desconocen,
a los que por precaución lastiman.


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(1) Muy dichoso aquel que no se guió por consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de burladores se ha sentado:
(2) Antes, en la Enseñanza de Yahweh está su deleite, y en su Enseñanza medita de día y de noche. Salmo 1.

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