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El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.

Autor Javier R. Cinacchi


Es la página 132 del libro.
La situación es tan sobresaltable que cualquier indicio extraño hubiera motivado para lejano a cualquier valentía, salir corriendo todos juntos. Esto fue acrecentado por unas caravelas que se vieron al descender, como simbolizando a la muerte. Se está mirando hacia todos lados, hasta que Juan llama la atención sobresaltándo con su reconocible voz:

—Esto es muy raro. Un agujero así debería estar lleno de agua y no lo está.

—Además no es natural. Esto está construido. La pregunta es ¿Por quién? ¿Para qué? —Dice Mónica.

—Aborígenes, no lo creo. No tiene apariencia de ser de aborígenes sino de fortificación colonial o feudal —dice Marcos.

—Sí… A ver qué pasa… —Dice Juan e intenta empujar la puerta de piedra. Añade luego del intento—: No puedo.

Varios lo intentan juntos, a lo cual cede, girando en un eje central. Al asomarse para ver, se observa un camino a nivel, rodeado de tesoros con polvo opacando su brillo. El camino se prolonga hasta perderse entre las sombras.

—Hay otra puerta de piedra al final —dice Cristian.

El primer grupo se junta y detiene allí, para descansar un poco mientras los demás se acercan por la larga escalera.

—Mejor no toquemos nada —dice Juan.

Caminaron todos juntos en fila rodeados de jarros, vasijas y otros recipientes, algunos cerrados y otros no, de cosas de oro y/o piedras preciosas. Hay allí entre otros: Monedas de oro, piedras extrañas que parecen tener algo de luz propia, espadas de un material muy brilloso y coronas. También cosas extrañas como ser: garras de algún metal en forma de guante, una especie de bastones de un material verde semejante al mármol, águilas de un material pulido muy brilloso, mascaras, y un largo itinerario de objetos extraños y muy tentadores; incluyendo unas túnicas negras con algunos diamantes pequeños (o algo muy parecido a diamantes) incrustados, como si representara un cielo estrellado. Estas se encontraban al final de la fila. Había un objeto cúbico que flotaba... —No detectó ningún dispositivo extraño, que se active al tomar algo, igualmente, no agarraremos nada—. Dice en voz fuerte, casi gritando, Juan.

Es la página 133 del libro.
De esta forma el primer grupo queda al final del sendero, luego de haber avanzando entre tesoros; el segundo grupo en el principio. Los primeros, intentan mover la segunda puerta de piedra sin lograrlo.

—¿Será una puerta? ¿O tan solo todo se trata de este tesoro? ¿Y ahora qué hacemos? ¿O tal vez el tesoro está como último recurso para distraer? —Pregunta Marcos.

—¿Tan solo? —murmura Juan

—Tal vez tenga algún dispositivo —dice Mónica.

—Disculpa… pero es una piedra rectangular, por medio metro de ancho y dos de alto. Y no sé si nos conviene intentar romperla, no sabemos que hay del otro lado. Y me parece que no es muy gruesa— Dice Juan.

—¿Y nos vamos a quedar acá sin hacer nada? —opina Miguel.

—¿Ceci no dice poder hacer polvo cosas? —comenta Mónica.

—El problema es que suponiendo se pueda romper, ¿Qué hacemos luego si nos arrepentimos? —dice Cristian.

—¿Habrá agua atrás? O ¿Algo peor? —opina Miguel.

Cuesta decidirse si romper o no esa puerta de piedra. Luego de un tiempo, se acercaron todos, pisando de vez en cuando algo de los tesoros y al final se los manipula poniéndoselos a ver por notar nada ocurría, aunque el más extraño nadie se atrevió a tocarlo. Esto, luego de que Rubén pateara sin querer un jarrón de oro, el cual poseía perlas o algo parecido.

Entre las cosas de allí, una de las cosas que más llamaron la atención, fueron unas esferas de aproximadamente veinte centímetros de diámetro, de un color que se movía. Como si un remolino entre negros brillosos se moviera en todo el perímetro de la esfera. Cristian dijo al mirarla como un minuto, le daba una sensación de miedo, y al decir esto nadie más las volvió a tocar. Pero eran muy bellas. Había una blanca y “los remolinos” de un tono anaranjado. Cristian también dijo: “El problema de romper algo, y luego no querer que esté roto me pasó y no me gustó”.


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En la Biblia dice:
(1) Muy dichoso aquel que no se guió por consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de burladores se ha sentado:
(2) Antes, en la Enseñanza de Yahweh está su deleite, y en su Enseñanza medita de día y de noche. Salmo 1.

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