Leer la novela online: Novela "EL Grupo de los Diecinueve Jóvenes 2" Separados en Esferas Lejanas.

Es la página 33 de la novela.
Hace mucho tiempo atrás, habían construido Altos muros del sur para centrarse en otras zonas, y no recibir ataques desde allí, que da a amplios bosques de altos arboles, cuyas raíces llegan lo suficiente profundas como para encontrar agua subterránea. Es muy difícil ver llegar a pequeños grupos de enemigos desde allí. Pero la furia se había desatado ante ellos, arrasando los árboles avanzaban sorteando obstáculos naturales, irregularidades en el terreno, duros y gruesos árboles, e imprevisibles ríos que podían enfurecerse de repente, animales peligrosos, pero eran muchos enemigos. Al tirano no le importa que sus hombres perezcan, si con ello lograba dominar toda la tierra sometiéndola a sus caprichos.

Comienza a nublarse. Marcos se detiene y le dice a su amigo:

—Podríamos escapar, por que estos no tienen esperanza más allá que en su fe. Pero viviremos el resto de nuestros días perseguidos por el deshonor de la traición. Para peor di mi palabra. Se me ocurren mil planes si estuviéramos todos. Pero creo que si... Estaba diciendo esto cuando escucha sonido lejano de innumerables voces gritando algo. Los nervios lo acongojan, presiente su final, y ahoga sus palabras sintiendo su corazón retumbar.

—No te preocupes —dice Mateos, lleno de coraje—, saldrá todo bien; no puede ser casual que hayamos llegado hasta aquí, y peleando por una justa causa terminemos derrotados. Y si así pasa, de algo seguramente servirá nuestro buen ejemplo. Lo que nos está pasando es una locura, pero no creo en que todo sea malo. Es hora de que ellos sean los que teman.

—¿Sabes a qué más le tengo miedo?

—¿A la muerte?

—A dañar inocentes. Espero que todo salga bien.

Se estrecharon las manos, se miran fijo a los ojos, con gran esfuerzo pues les costaba un triunfo cabalgar en tales animales, que son semejantes a caballos más musculosos, bajos, e inquietos. Eran los más lentos, y hasta ese entonces estaban incómodos por retrasar a los valientes jinetes, acostumbrados a cabalgar. Continuaron su marcha, pese a que no creían en milagros esperando alguno.



Es la página 34 de la novela.
Mientras tanto, el Rey con sus bravos hombres ya están a momentos del combate.

Se escucha de lejos el murmullo de las tropas, Arsorx Consejero Primero que está junto al Rey, le dirige una mirada y dice.

– Seguro son pocos para poder frenarnos en combate.

El Rey le devuelve una mirada cálida, se dibuja en su rostro una sonrisa, la sonrisa de un valiente guerrero a punto de entrar en combate, y le responde:

– Efectivamente, será hoy otro combate más en la historia de los muchos que ya hemos ganado.

Mira hacia adelante, y cambiando su semblante respira hondo y comienza a acelerar el paso soltando el aire lentamente, todos lo siguen sin dudar haciendo resonar con más fuerza cada pisada.

El Rey, ni bien vio a los escuadrones que se les acercaban a lento paso, sin discurso previo, más que un grito de batalla, que fue repetido por todos, aumentó el paso para ir en contra de ellos. Todos dejan los animales que algunos montaban, como a quien no le importa nada más que la batalla cuerpo a cuerpo, dejan el equipo extra. ¡Qué momentos, tienen que quedar eternos! Cada guerrero libre en ese instante se sintió más fuerte que nunca. No avanzaron corriendo desenfrenados, sino agilizando la marcha estando totalmente ordenados, muros de soldados avanzan y adelante de todos, El Rey y Arsorx hacían con su sola presencia, atemorizar a todos los que obligados vendrían a atacarlos. Estos comienzan a separarse uno del otro hacia los extremos para tomar allí posición.

Las flechas que les lanzaron las temerosas tropas, se frenan en los escudos largos. Los guerreros del reino poseen dos escudos, uno amplio de madera dura y liviana, y por dentro trabado de tal forma que al golpear el largo escudo en tierra salé de él uno pequeño, de forma triangular y de metal, que es escudo y arma al mismo tiempo. Pero lamentablemente dos valientes cerraron sus ojos por las flechas antes del choque de las espadas: Lintran de Costalain, y Franchilia de Fortinsepte, los dos primeros en caer resonaron como es costumbre entre los valientes en batalla, sus nombres como truenos en el campo, y la fuerza de estos se sumó multiplicada a los soldados del reino.