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Leer la novela online: El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.

Autor Javier R. Cinacchi



Es la página 21, 22 y 23 del libro.



—Quizás fue algo movido por el viento —comenta con voz apenas por él audible, tratando de quitarse el miedo rompiendo el silencio—. Sí seguro... Hay tanto viento que dentro de poco salgo volando... Lo más probable es que lo haga del susto.

Continúa caminando un poco más deprisa, aún le faltan recorrer algunas desoladas cuadras.
Está llegando a los últimos metros; casi corriendo, cuando siente sin lugar a dudas la sensación extraña, de alguien observándolo. Se detiene y rápidamente se vuelve a mirar para atrás, a ver si alguien lo sigue. No hay nadie.

Piensa se está volviendo un poco paranoico. Aunque es la primera vez que le ocurre algo así.

Llega a su casa. En la puerta, hay una nota con un dibujo pequeño realizado. No se detiene a leerla, pero la agarra guardándola en un bolsillo del pantalón. Entra un poco nervioso a su hogar, apurado, como si sintiera que alguien está a punto de darle un empujón y meterse con él. Intenta no hacer ruido para no despertar a sus padres. Luego de ir al baño y subir una escalera por el patio de atrás, llega a su dormitorio. Cansado y con hambre, pero sin ir por comida, por el sueño que le es más fuerte.

Tirándose a la cama, saca el papel estrujado de su bolsillo. Lo observa y piensa. “¿Lo miro? Quizás es algo importante...” Se decide y lo lee. Su curiosidad es fuerte.

“Esto no es una broma, aunque dudo lo crea. Sospecho se atreverá a atravesar la puerta, por favor hágalo. Me lo agradecerá.”

—¿Qué es esto? ¿Atravesar la puerta? ¿Qué puerta? ¿La de mi casa para entrar?

Al murmurar esto, algo golpea la ventana de su habitación, ésta da a la calle. Comienza a sospechar que el encuentro de esa madrugada fue una broma de muy mal gusto. Dice en voz alta, acercándose a la ventana, pero intentando no despertar a sus padres:

—¡No estoy para bromas! ¡No moleste o llamo a la policía!
Luego, al no pasar nada, murmura pensativo dejándose llevar por sus sentimientos:
—¿Será alguna de las chicas?
Se dirige a la ventana con el papel aún en la mano, la ventana está cerrada, debe abrirla para observar.

Se detiene. Piensa, no le parece sea alguna de las chicas… ¡Son casi las 4 de la mañana! Aunque notó que Mónica lo miraba con cariño. Pero en realidad, es imposible estuviera allí porque nunca le dijo donde vivía, y en el colectivo con él no estaban. Además las vio marcharse en otra dirección. Sí, tarda en abrir la ventana...

El mismo golpe se escucha nuevamente, y se sobresalta. Se pregunta.
—¿Qué hago? Veremos… —Abre la ventana sin hacer ruido, lo mínimo para poder mirar.
Mira hacia abajo: Nada. Mira hacia los costados: Nada. Por último muy lentamente mira temeroso, hacia arriba: Nada. Abre toda la ventana y se apoya desafiante en ella (ya que no había nada). Haciendo un respiro profundo murmura.

—En cualquier momento viene mi papá y me pregunta enojado por despertarlo, qué me pasa.
Cierra la ventana y al ir a su cama, observa sobre esta, un anillo. Confundido lo levanta para verlo mejor. Parece de oro, por dentro en su parte central posee como una línea fina ondulada, como de plata, de unos dos milímetros. No lo mira bien, pero se ve algo así. Tiene incluso la vista un poco nublada por el sueño…

—¡Yo no soy ningún tonto! —grita Marcos y se dirige a donde duermen sus padres, y cuando llega, enojado les dice: —¡No me gustan este tipo de bromas!

Con cara de dormido, y sobresaltado por su hijo, le dice su padre, quién se había puesto en guardia con los puños levantados.
—¡Me asustaste! ¿Estás bien? —. A lo cual Marcos piensa, nada tiene que ver con el anillo.
—Sólo tuve un sueño —le responde, por no saber qué decirle.
—Estás con la ropa puesta. ¿Y ese anillo con ese papel? —Le dice el papá de Marcos.
—No sé, el papel estaba en la puerta, el anillo en mi cama. Eso es lo que pregunto ¿Me estás haciendo un chiste?
—¿Y de dónde salieron? ¿No estarás tomando drogas, no? ¿A qué hora llegaste?
—No digas eso papá, tuve un sueño, sólo eso. Me habré quedado medio dormido con la ropa puesta, y se me confundió la cabeza. Mañana hablamos. Estoy cansado. El anillo no sé… De algún lado salió… se le habrá caído a alguien que pasó por acá. O lo tendría en el bolsillo de atrás sin darme cuenta. Pensé me estabas haciendo una broma.

—Para nada ¡Ya dejame dormir si no te pasa nada!
El papá de Marcos vuelve a acomodarse para dormir. Su madre no se había despertado y ronca. Marcos, cierra la puerta del dormitorio de sus padres y vuelve a su habitación, mira el anillo.

—Es lindo.
Se lo calza en el dedo, le va perfecto. Ya en su habitación, el papel, luego de mirarlo rápidamente, lo tira a un cesto de basura. Es muy tarde ya, mañana debe volver a ir a trabajar. Hace un gesto de “qué me importa”, suspira pensando en Mónica, quien le pareció atractiva y se acuesta.
—Espero soñar contigo Mónica.
En el suelo, cerca del cesto de basura, queda el papel arrugado. El dibujo, al cual nunca le prestó atención es de una pequeña puerta con su parte superior redondeada. En el frente, posee un rectángulo, el cual tiene a su vez una cruz.


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