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9 de mayo del 2007_

 A continuación, una entrevista de Samuel Akinín Levy que me comentó, formará parte de uno de sus nuevos libros, que finalizará en pocos días, llevará el nombre "Valores de nuestra Comunidad", en el cual poseerá mas de sesenta entrevistas, "este trabajo es uno de de esos trabajos, en la que muchos jóvenes se inspiran y toman el ejemplo"

Que disfrutes la siguiente lectura, enviada por su autor: Samuel Akinín Levy a www.estudiargratis.com.ar

 

Valores de nuestra Comunidad

 

Marcko Glijenschi Schefer

Por

Samuel Akinin Levy

 

            Indiscutiblemente que ser reconocido como un "Valor de Nuestra Comunidad" es un privilegio que muy pocos logran y es que en este mundo tan competitivo poder destacarse en capacidad y cosas buenas es exclusivo de esas personas que, orgullosamente, podemos incluir en este club tan privilegiado. El Dr. Marcko Glijenschi, mi gran amigo, es uno de esos hombres que han dedicado su vida a cosas sencillas pero muy satisfactorias, destacándose entre ellas el estudiar, estudiar, estudiar que alternaba la mayoría de las veces con la enseñanza.

 

            Hoy queremos entrar en su mundo privado, en ese sitio que lo vio nacer, el medio en que se desenvolvió como niño, saber qué lo motivó en su juventud, acompañarlo por esos espacios sagrados que se guardan con aprecio, esa gente querida que, aún no estando presente desde hace años, sigue siendo farol y estímulo de vida. Más adelante y ya con una confianza que nos da el derecho de la amistad, veremos, conoceremos y trataremos de entender un poco mejor la idiosincrasia de algunos de nuestros inmigrantes más destacados, pues en su caso específico, el Dr. Marcko Glijenschi, simplemente siguió el curso de algunos de sus familiares más cercanos que siendo en su época Valores Humanos muy especiales, sus obras están a la vista en los variados campos en que se sintieron sus influencia. Vale la pena destacar a su primo Don Natalio Glijenschi, uno de los fundadores de nuestro colegio comunitario, Presidente de nuestra   comunidad y ejemplo a seguir de muchos, ya que luego de haber alcanzado ese puesto de honor, no conforme con ello, siguió en las distintas juntas desempeñándose como otro miembro más; sin embargo, fue paladín de las mayorías de las directivas por su eficiente, concreto, útil y buen consejo. Este hombre y su propio padre, formaron la trilogía mágica que se requiere para ser proyectado unos pasos delante de las masas.

            El Dr. Marcko Glijenschi nació en Folticeni, un pueblito de Rumania en el año de 1936  y como buen signo Leo, es un hombre con gran magnetismo, que desarrolla a la perfección el verbo yo pienso y luego hago. Como buen Leo es poseedores de una imaginación que se caracteriza por la aventura, propietario en primera persona de la lealtad, para los que el matrimonio es un compromiso profundo. Vive en una eterna pelea por remediar los   males de este mundo, sufre por el dolor ajeno y llora como un niño cuando se ve ante la injusticia, la cobardía o la insinceridad.

            Marcko, como lo conocemos todos en nuestra comunidad, no sólo es y ha sido un baluarte: Eterno profesor, nuestro gran amigo, perenne acompañante de los deudos a la hora de estar presente en el cementerio, durante los rezos, y en los momentos en que siempre nos hace falta un hombro para llorar. Él es ese tipo de personas a las que vemos como a los curas en un confesionario; al verlo: nos apetece contarle nuestras cuitas y, esto además de su apropiada palabra de ayuda, soporte o estímulo, se debe también a su manera de ser y su misma apariencia de hombre bueno.

            Pero volemos en el tiempo y hagamos un paseo por su niñez, quiénes fueron sus padres, y quiénes sus hermanos. Esta parte de su vida, a cualquier buen escritor, le daría material suficiente para hacer una novela de la misma, está llena de sorpresas, romanticismo, viajes, descubrimientos, amores y, más tarde veremos, hasta asesinato. Su vida nunca fue fácil, menos en una Europa en épocas de guerra donde el nazismo estaba en pleno apogeo. La que luego sería su madre, Adela, quien ya contaba con dos hijos, un varón llamado Salomón   y una hembra llamada Ela, había quedado viuda, con una situación económica tan precaria y con dos niños pequeños, que se vio obligada a hacer uso de la casamentera del pueblo. En otro pueblito un hombre bueno, llamado Ovsi, padre de un hijo llamado Peretz y futuro hermano de nuestro protagonista, estaba pasando un dolor muy similar, pues también el padre había quedado viudo. Luego de los trámites de la época ambos se unieron en matrimonio. Después de cinco años de matrimonio, fruto de ese nuevo amor nació Marcko, hijo de dos viudos, quien era doce años menor que la más pequeña de sus hermanos y siete días…y veinticinco años menor que el mayor de ellos. Con estas diferencias de edades, se estableció entre sus padres y él un cariño y afecto diferentes, pasó a ser el niño mimado. El tener un padre tan mayor le hizo a Marcko ver y conocer ciertas cosas que no podía entender como por ejemplo, el hecho de que en Rumania se llevasen a los jóvenes a la guerra y a su padre no. Esto sentaba deseos y pensamientos ambivalentes en un niño de su edad. Sentimientos que perdió al poco tiempo cuando se vio obligado a portar el Maguén David en la camisa. Cuando se incrementaron los odios raciales, cuando se dejó de entender al mundo supuestamente civilizado. Cuando los valores inculcados por la tierra y el colegio coligaban con la realidad. Cuando los compañeros del colegio lo patearon por sus credos, y extrañado por el trato, a su pregunta del por qué, la respuesta fue simple: por ser judío. Esto lo moldeó de una manera sólida, inequívoca, lo concientizó a que su sufrir no tenía cabida, menos con ese nuevo sentir de menosprecio general hacia un grupo minoritario. Esto penetró en su mente de una manera fija, doliente, asquerosamente sucia, sofocante y, ha sido y es la fuerza que lo mueve a la defensa de los débiles, los pobres y los desamparados.

            Hay cuentos de Marcko que nos han llamado la atención y son difícil de comprender, pues a pocos nos cabe en la mente que durante su niñez no conoció el chocolate, que los limones apenas los descubrió en América, también con dolor supo por qué su mamá ayunaba dos veces a la semana (para alimentar a su hijo Marcko), recuerda que recibió algunos golpes cuando comía pan con carne y sin darse cuenta, él comía más carne que pan. Le decían: qué no te has dado cuenta que estamos comiendo pan con carne, come más pan, no seas tonto. Más tarde ya en Venezuela descubrió que habían dos tipos de judíos: Sefardies y Ashkenazies y, ya menos sorpresiva, a la libertad, ni hablar de la personalidad de los habitantes de Venezuela,   dispuestos a ayudar al prójimo, sin ver nacionalidad, raza o credo. Marcko estudia en el colegio de Folticeni hasta el cuarto grado y recibe clases de judaísmo del Rabino Rosebaun. Cuando contaba once años entre las cosas que tuvo que vivir, fue el desconocimiento de lo que hubiese podido sucederles a sus hermanos quienes en momentos difíciles y en el medio de las persecuciones nazis optaron por irse a Rusia. Durante esos tres años que estuvieron separados por fronteras y en medio de guerras, no recibieron noticia alguna de ellos, en su casa se vivía unos aires de miedo mezclados con dolor de lo que, supuestamente, temían hubiese podido haberles sucedido. Hasta que un día llegó el cartero y en un telegrama que, se atrevió a abrir sin el consentimiento de sus padres notó que venía de Rusia, era un mensaje que portaba noticia de sus hermanos; lleno de alegría, eufórico y como alma perseguida por el mismo… corrió hasta el mercado donde estaba su madre y al encontrarse con ella, desde lejos ¡gritó!, ¡gritó! y gritó: ¡Están vivos, están vivos, mis hermanos en Rusia están vivos!

            Podría decirse que fue la mayor alegría que Marcko recuerda sintió en su niñez, luego a Dios Gracias vinieron muchas otras. Llega el año de 1948 y al padre le toca la decisión de tomar rumbo bien sea a Rusia para ver a los hijos, a Israel como gran sionista, donde estaban enterrados sus abuelos o la América donde Marcko tenía futuro. Tomó esta última, aún a costa que no pudo volver a ver a sus hijos, ya que la muerte lo vino a buscar en épocas tempranas; su madre sí vivió esa gran alegría, ella pudo volver a acariciar a sus otros hijos, lloró y le lloraron en sus hombros, vivió un sueño cumplido. Así descubrió que la esperanza era lo último que se debe perder.

            Pero, antes de dar comienzo a su vida en América debemos indagar algunas cosas y bien vale la pena traer a colación a su amigo de la infancia, Strul Swartz, hijo de uno de los pocos relojeros de Rumania; aquel amigo rico en cuya casa se le permitió y pudo degustar muchas cosas que en su hogar faltaban. Esa familia lo consintió y en base a ese afecto, a esos lazos que se tienden en el tiempo, que son vitalicios, vemos que en el corazón de Marcko vive el deseo de ir a Israel, de pasar su vejez al lado de aquel amigo de la infancia, que tiene un puesto preponderante en su sentir y que, como quien busca sus raíces, él, desde ya, se sabe con ese amigo bien acompañado.

            Pasada la guerra, las familias querían reencontrarse, las raíces llamaban y es así como su tío Favel, padre de Natalio los llamó y con planes de hacer Aliá,  los indujeron   a cambiar ruta y venir a Venezuela. Aceptada la recomendación el paso a dar era ir a París y de allí tomar un barco para emprender viaje a la América. Tuvieron que vivir en París como se suele hacer en sitios de contrastes, con necesidades, incomodidades, pero rodeados y llenos de historia, bellezas y música. Fueron seis meses que sirvieron para que aprendiera el idioma y para darle esa pizca de fuerza para liberarse, sentirse útil y servir de guía a las otras familias que no sabían cómo comunicarse. De esa época vale la pena destacar, hasta donde su padre estaba involucrado con el judaísmo, hasta donde se sentía orgulloso de lo que era. Para que le dieran el visado para poder viajar, era necesario que dijese no ser judío, no pudo la necesidad ni la estrechez, hacer que doblegara su espíritu; cada vez que iba a solicitar la visa, con voz alta y orgullosa decía su religión y le era negada la misma, hasta que a los seis meses, algo cambió y no le perjudicó más el que siguiera diciendo lo mismo. Abiertas las puertas hacia la libertad, vinieron en barco acompañados de otros inmigrantes, de su amiga Reiza Kleinerman con su padres, de los hoy famosos hermanos Constantino, y de otras familias más. La llegada al puerto de La Guaira, fue en un día inolvidable, el día de Yom Kipur  (Día del Ayuno). Su padre no quiso bajarse ese día, se quedó rezando hasta que vino la noche del otro día y terminó el ayuno. La familia estaba esperando en los muelles, era el primer gran recibimiento de Marcko. Muchos abrazos, besos, bendiciones y miradas de aceptación de parte y parte. Su primo Natalio, Judith y su amiga, Judith, estaban encantados; para Marcko, aquél fue un gran día, al poder conocer a su famoso primo Nathalio quien ya había salvado a su papá y su hermana en el año de 1939. Cuenta Marcko que lo vio como su propio Moisés, "el Salvador".

            A pocos días de la llegada  se realizó el Brith de su primo Alex. El honor de Sandac le fue dado al padre de Marcko. Eran los tiempos en que las personas valían por lo que eran, no por lo que tenían. Fue como si la comunidad le diese la bienvenida en pleno. Ya Natalio había sido Presidente de la Comunidad Judía de Venezuela y en esos tiempos era director del comité de educación.

            Por el tipo de educación impartida en Venezuela, Marcko tuvo que estudiar con niños dos años menores que él, comenzó en quinto grado, con una desventaja y dos a favor, una que desconocía el castellano, cosa que no fue tan importante, pues la similitud con el rumano, le permitía entenderse con los demás a las pocas semanas y las ventajas eran que hablaba perfectamente francés e idish. El colegio fue su segundo hogar. Las experiencias que tuvo, los amigos con los que se codeó, las vivencias, el excepcional profesorado con que contaba el colegio, gracias a muchos factores: había un profesorado íntegro, unos venidos escapando de sus propios   países por sus ideas políticas, otros en busca de mejoras en su vida y los demás una plantilla de inmejorables profesores escogidos por el comité de educación.

            Fue con uno de esos grandes maestros, el profesor Bellorín,  con quien hizo el primer periódico del colegio Nuestro Mundo. Para ese entonces, Bellorín lo llevó a una imprenta, le hizo sentir el olor de la tinta, el calor del trabajo realizado le hizo amar a las letras, como todos sabemos ese afecto ha perdurado hasta la fecha, él siempre se ha visto involucrado con el periódico comunitario. En esa época en el colegio hebreo sólo se daba clases hasta el cuarto año de bachillerato, lo que hizo a Marcko y sus compañeros migrar a otros colegios. En su caso, al Liceo Andrés Bello. Haciendo uso de su memoria y de las cosas que para sus padres eran importantes, emulando al tío Marcu de Rumania que era médico, siguiendo sus pasos tomó la carrera de medicina. Mientras, se ocupaba de dar clases particulares tanto a niños de primaria, como a otros jóvenes de secundaria. Nuestro protagonista iba de una casa a otra desplazándose en su bicicleta, para poder reunir un dinero que le permitiera poder primero ayudar a su madre, puesto que su padre a los pocos años de estar en Venezuela, y a los sesenta y seis años de edad, había fallecido.

            Los estudios en ese tiempo eran drásticos, perdió un examen, la materia era Anatomía y por ella tuvo que repetir todo un año. Se dio una oportunidad muy especial, ya que ese año se abrió la carrera de Psicología y, como tenía tiempo libre, la tomó y así fue sacando dos carreras a la vez, Marcko se graduó de psicólogo en el año de 1960 y en 1962 de médico. Fue en la fiesta de graduación donde conoció a Fira. Vinieron los tiempos buenos, los tiempos donde la juventud hizo huellas en lo referente a logros comunitarios, los viajes a Israel, a Europa, Norte América, y en el ínterin el encuentro con el amor, esa catira trinitaria recién venida de Maracaibo, que llegó a la fiesta acompañada por   un amigo de ambos, y fue lo que podríamos llamar un flechazo. Fira (Esther) Rabinovici hoy de Glijenschi, estudiaba el cuarto año de bachillerato y por estar él dando clases en el mismo liceo, no le permitieron a ella inscribirse, ya que no se vería normal ver a un profesor con una alumna de novia. Así, Fira se apoderó de su soltería y al poco los Lerner, quienes se habían encargado de celebrar su graduación, también hicieron honores en la fiesta de matrimonio; ambos escogieron la psicología como carrera y ambos dieron lo que estaba a su alcance para la enseñanza.

            En ese tiempo y  durante siete años fue asimilado a la Marina de Guerra Venezolana como Teniente de Navío, con un sueldo de 2.250.oo Bolívares, viéndose obligado a portar el uniforme militar. Abrió los Servicios de Asistencia Psico-social en la Marina, permitió que los oficiales pudiesen disfrutar unos días de vacaciones en la Orchila, conocer y disfrutar de cajas de ahorro; Marcko formó a muchos de los que hoy regentan los altos mandos, personas con grandes valores, quienes le permitieron ver cosas inusitadas. Como aquella vez que entrando con el buque venezolano en México, habiendo sido invitados por el comandante a tomar unos tragos como señal de triunfo a aquello que habían realizado, vio como éste a la hora de pagar la cuenta, tuvo que empeñar su reloj. Viajó con la Marina a San Francisco, Perú, Panamá, Los Ángeles, donde eran por todos eran bien recibidos. Eran tiempos nobles, gente con una decencia intachable, amigos de éstos que perdurarán por los tiempos de los tiempos, gente que lo cobijó como propio y le permitió a Marcko hacer esa mezcla, esa fusión de amistades entre sangres frías y calientes, entre pieles blancas y mestizas, entre lo europeo y lo venezolano, que era una gente como pocas.

            Saborear las mieses de la felicidad, las pudo hacer hasta con su propia compañera; ella, quien fue una excelente alumna, se graduó con los máximos honores que otorga universidad algun. Eran y son una pareja digna de elogios, que se llenó de alegría con la venida al mundo de su primogénita Anabella. Luego en uno de los viajes que tuvo que hacer para Sudamérica, específicamente a Perú, su esposa lo acompañó al puerto para la despedida de rigor, cosa que era en aquellos tiempos algo normal. Fira estaba embarazada con morochos, ambos varones;   a su regreso, Marcko se dio cuenta que algo andaba mal, no podía detallar la barriga, durante su travesía habían perdido los únicos varones, los que no nacieron. En esos años en los que vivió una época tumultuosa de trabajos combinados con estudios, donde le tocaba ir de un lado al otro de la ciudad para poder redondear unos cinco mil bolívares al mes, terminó la escasez cuando haciendo psicoanálisis el primer mes produjo 20 mil.

            Ya no era necesario que su mamá le leyera las cartas, cosa que hacía desde su niñez en  Rumania, para saber que le deponía el futuro. Al poco tiempo, Marcko se dedicó de lleno a la psicología y era tanta la avidez de conocimientos que pensó en seguir estudios en Argentina y así lo hizo. Pero, al desbordarse los problemas políticos fue a Israel. Para ello le compró un negocio a sus suegros para que tuviesen una seguridad económica. El negocio costó 22 mil bolívares y vendía 50 mil al año. La sorpresa se la llevaron cuando en el primer año lograron vender algunos millones de bolívares. Sin darse cuenta, habían hecho el sueño americano en Hilos Esther, empresa que aún existe y sigue produciendo.

            Al hablar de su mamá, de sus gratos momentos, nos obliga también a recordar cómo de una manera ilógica, malsana, inhumana, ella siendo una anciana, fue  asesinada en su casa, por alguien que le iba a reparar unas cortinas. Este espacio de tiempo vino devolverle a Marcko, el miedo a cierta gente.

            Pero un hombre con su osadía, no tranquilo, practicó en otros campos, hizo pruebas en otros lares. Hubo momentos, en los cuales el juego, específicamente el Poker, llamó su atención. Era el pasatiempo que desde niño jugaba con su madre y ella, sin querer, le dio las armas para defenderse en un futuro que nadie había previsto. Así fue, en su estreno, en la primera noche, las ganancias fueron superiores a sus ingresos de un mes, así que rápidamente fue a un amigo joyero y le compró un collar de perlas para su querida Fira. Fueron varios años de ganancias fáciles, años en los que intuía a los jugadores, cuando tenían cartas o simplemente cuando era un bluf. Una noche vio a uno de los jugadores haciendo trampas; para él, aun siendo ganador fue suficiente motivo para no volver a sentarse y tomar otras cartas, no quería conocer la parte negativa de la gente, era mucho el dolor.

            Marcko ha tenido muchos tutores, varios de los prominentes hombres del siglo pasado fueron como padres para él. Mencionamos a su primo Nathalio, a Walter Czentochowski, al Dr. David Gross, al Dr. Moisés Feldman, quienes sembraron grandes influencias en él, Leandro Mora, Fernando Risquez,   Almirante Torrealba y Seijas, Domingo Casanova, su profesor de Filosofía, quien con su manera de ver el mundo lo inspiró a cursar su tercera carrera universitaria. Luego vinieron otras y, por lo que veo, seguirán viniendo. Ver su mundo es ver su entorno, sus amigos, en los que me incluyo, al lado de Rubén Cohen, Carlos Goldstein, Isidoro Rubinstein, Miguel Laufer, Shilo, Maxito, Isidoro Horowitz ,Raya y Moisés Sukerman, Raiza Kleinerman, Gisela Karpel…

            Ahora disfruta de sus tres hijas Anabella, Pía, Rita y de los retoños de sus hijas, Jenny, Adriana, Judith, Samuel, Jonathan, Katy, quienes por separado están dando todo lo bueno de ellos, con sus logros escolares y deportivos, con su entrega en el diseño, la creatividad, la nobleza, en el espíritu de ese judaísmo que nace con uno pero que al lado de alguien que lo respira a todo momento es material suficiente para vivir lo que se siente y para sentir lo que se vive. Él, ahora vive en una etapa en la que pareciera estar viendo en un cristal donde se ve todo desnudo, donde pareciera que no se puede vivir sin querer, donde otros no pueden vivir sin guerra. Marcko ha logrado ver en el transcurso de su vida, cómo el judaísmo se arraiga más profundamente en su ser. Cómo sí valió la pena lo que se hizo por ese Estado que nos representa, que representa al pueblo judío y que nos enorgullece con sus logros. Ese país rico en historia, que además de humanizarnos, nos atiborra de inventos, conocimientos, adelantos y, por   qué no decirlo, de milagros.

                                                                                                        Samuel Akinin Levy

 

 

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Autor de la entrevista "Valores de nuestra Comunidad" Samuel Akinín levy; Webmaster Javier Ruben Cinacchi

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